En la escuela nos ensañaban a persignarnos, hacer tres veces la señal de la cruz, una en la frente para que Dios nos libre de los malos pensamientos, la segunda en al boca para que Dios nos libre de las malas palabras y la tercera en el pecho para que Dios nos libre de los malos actos. Aquello empezaba diciendo “la primera en la frente”.
Este latiguillo “la primera en la frente”, como otros tantos, superó el ámbito religioso y en el argot popular se usa para describir una actividad que comienza mal, o un golpe o dificultad que ocurre al principio de algo.
Fue lo primero que me vino a la cabeza cuando leí el comunicado de la, recién elegida, Junta de Gobierno de la Agrupación General de Hermandades y Cofradías. Un comunicado que, aparte de ser un manifiesto de buenas intenciones no aporta nada nuevo ni original, veremos en qué queda lo de más mujeres, los puestos que ocupan y los cargos de responsabilidad que ostentan. A día de hoy el hito sobre mujer más importante en la Agrupación de Cofradías fue la elección de Loli Márquez como presidenta. Lo único que consigue esta nota de prensa es crear una sensación de descredito sobre la gestión de la anteriores juntas de gobierno de la Agrupación en la que, según el comunicado, había menos “participación y menos equipo”. El autobombo, la hipérbole y la creación de expectativas, que el tiempo se encargara de colocar en su sitio, no disimulan el desprecio y la falta de “talento” (palabra que el documento atribuye a la nueva junta sin ningún rubor) que rezuma el documento sobre la gestión de las anteriores juntas de gobierno.
La Agrupación General de Hermandades y Cofradías de Cabra lleva ochenta y un años organizando la Semana Santa, desde mucho antes de que la mayoría de nosotros hubiera nacido, y seguirá funcionando después de que esta y otras juntas de gobierno desarrollen su gestión. En estos años, nuestra Semana Santa ha alcanzado, en todos los sentidos, cotas inimaginables cuando se creó la, entonces, Asociación de Cofradías. Esto ha sido posible gracias al esfuerzo desinteresado de generaciones de cofrades que dejaron su tiempo, su esfuerzo y lo mejor de sí mismos en pro de la Semana Santa. Lo mínimo que se merecen estos cientos de cofrades es que se reconozca su esfuerzo y dedicación o, por lo menos, que no se menosprecie.
Ahora queda por ver si esa participación y gestión compartida con los hermanos mayores, como asevera la nota, ese liderazgo compartido, se trasluce en realidades a la hora de tomar decisiones relevantes para la Semana Santa.
Joaquín Mesa Carnerero